En los últimos días se viralizó un video en redes sociales que advertía que, si en las próximas elecciones del 26 de octubre el votante utilizaba la lapicera que “entregan los kirchneristas”, la tinta podía borrarse con calor, alterando así el sufragio.
La versión, que apunta a instalar la idea de un fraude posible, fue rápidamente desmentida. En Argentina, los bolígrafos que se utilizan en los establecimientos de votación son de tinta común e indeleble, y además cada ciudadano puede concurrir con su propia lapicera o birome.
El mito no es nuevo ni exclusivo del país: circuló en elecciones de Colombia, México, Perú y otros lugares, siempre con la misma fórmula: advertir que habría “lapiceras mágicas” con tinta borrable. En todos los casos, las autoridades electorales salieron a desmentirlo. Es decir, no es una “viveza criolla” ni una particularidad de La Libertad Avanza o del escenario político argentino: es un recurso de desinformación que se repite en distintas latitudes.
Técnicamente existen bolígrafos con tinta que se borra con calor —conocidos como “frixion” u otras marcas—, pero su uso es limitado, más caro y absolutamente impracticable para un sistema electoral con fiscalización y boletas oficiales.

Más allá de la anécdota, lo cierto es que este 26 de octubre de 2025 los argentinos votarán por primera vez con la boleta única de papel (BUP) para cargos nacionales, un cambio histórico que busca simplificar el proceso, reducir costos y minimizar maniobras de manipulación. Ese día se renovarán 127 bancas en la Cámara de Diputados y 24 en el Senado de la Nación.
En definitiva, la preocupación no debería ser qué birome usar, sino qué proyecto político elegir. Lo demás son mitos que, aunque viajen en memes o videos virales, terminan borrándose con un dato simple: el sistema electoral argentino cuenta con múltiples mecanismos de control.