La brecha entre la IA y los humanos ya no es del futuro, es de hoy
La inteligencia artificial avanza a un ritmo vertiginoso, dejando atrás a una gran parte de la fuerza laboral humana.
El ser humano, como especie, ha sobrevivido a revoluciones industriales, a dictaduras tecnológicas y a colapsos económicos con una capacidad de adaptación que desafía la lógica. Pero esta vez, el desafío no solo es distinto: es total. Porque si en 1811 los luditas (movimiento británico de artesanos) rompían telares en Nottingham, hoy ni siquiera alcanzamos a ver los códigos fuente que nos dejan fuera del juego. La Inteligencia Artificial (IA), que durante años fue una promesa en el laboratorio o un concepto de ciencia ficción, se ha convertido en una fuerza concreta, disruptiva y, sobre todo, excluyente. Y el problema no es que esté avanzando.
El problema es que nosotros no lo estamos haciendo al mismo ritmo. En términos laborales, estamos viviendo lo que podríamos llamar “la gran brecha”: una distancia abismal entre lo que la IA es capaz de hacer y lo que los trabajadores humanos están pudiendo reconvertir. No es una grieta; es un cráter.
La estadística no miente: los números de la exclusión
Según el informe de la OIT de junio 2025, el 58% de los empleos del sector servicios en economías desarrolladas están en riesgo directo de automatización en la próxima década. Más impactante aún: el 73% de los trabajadores no tiene capacitación suficiente en habilidades digitales básicas. Y si miramos Latinoamérica, el panorama es aún más sombrío: solo el 18% de los trabajadores accede a programas de actualización tecnológica en sus empleos. Un estudio del World Economic Forum de este año proyecta que para 2030 se habrán destruido más de 83 millones de puestos tradicionales, aunque se crearán 69 millones de nuevos roles vinculados a tecnologías emergentes. El saldo es netamente negativo y profundamente desigual.
Porque mientras en países como Corea del Sur o Estonia el Estado invierte hasta el 3% del PBI en formación digital continua, en la Argentina apenas superamos el 0,14%. Nos están dejando afuera, y esta vez no habrá piquetes que frenen el algoritmo.
La IA no duerme: trabaja 24/7, aprende en segundos y no pide aguinaldo
Los algoritmos de IA ya redactan contratos, escritos judiciales y participan en juicios orales, seleccionan personal, dan clases, generan música, editan videos y hasta diagnostican enfermedades con mayor precisión que médicos humanos. ¿Qué espacio queda entonces para el hombre?
La IA generativa, como GPT-4o, Midjourney, Sora y Claude 3, están empujando una frontera invisible. Lo que antes era “trabajo calificado” ahora es replicable, automatizable y optimizable por una máquina. Y lo hacen sin conflictos gremiales, sin ART, sin fatiga ni vacaciones.
El punto crítico está en el “tiempo de respuesta adaptativa”: un estudio de McKinsey indica que un trabajador necesita en promedio entre 6 y 18 meses para adaptarse a un cambio de herramienta tecnológica avanzada, mientras que una IA actualizada lo hace en menos de 36 horas. Traducido: ellos vuelan, nosotros tropezamos.
Empleo y obsolescencia: los nuevos excluidos del mundo moderno
El fenómeno de la “desprofesionalización acelerada” es brutal: abogados junior reemplazados por motores de búsqueda legales con jurisprudencia predictiva; periodistas desplazados por redactores automáticos; operadores de call center suplantados por chatbots de última generación que detectan emociones. En Argentina, la Encuesta Permanente de Hogares indica que el 31% de los trabajadores entre 35 y 50 años siente que su empleo “no existirá en 10 años”. No es paranoia: es diagnóstico.
La brecha como abismo: ¿es reversible esta exclusión digital?
Sí, pero requiere decisión política, inversión privada y cultura adaptativa. Y sobre todo, requiere una pedagogía de la urgencia. No se trata de aprender a programar porque está de moda. Se trata de entender el código como entendimos la lectura en el siglo XIX: como puerta de entrada al mundo productivo. No es opcional. Porque mientras en Silicon Valley discuten sobre ética algorítmica, en La Matanza se sigue enseñando Word 2007. Argentina necesita un plan nacional de reconversión laboral vinculado a la IA. Pero no uno de PowerPoint. Necesitamos aulas híbridas, programas públicos de formación en data science, incentivos fiscales para empresas que capaciten y, sobre todo, voluntad de que nadie quede atrás.
El problema no es la IA. El problema somos nosotros.
La IA no es culpable. No tiene intenciones, no conspira. Hace lo que le enseñamos. El drama es que no estamos enseñando lo correcto, y mucho menos aprendiendo lo necesario. La culpa no es del algoritmo, sino de una dirigencia que todavía debate si la educación debe ser digital, mientras el mundo ya discute si el humano debe seguir educando o será reemplazado por un tutor virtual adaptativo. Si la política no asume este desafío con una mirada patriótica, seremos testigos de una exclusión inédita: silenciosa, impersonal, irreversible.
¿Qué se viene? Una nueva clase social: los “no algoritmizados”
Como en el siglo XIX surgió el proletariado, en el siglo XXI surge el excluido digital. No por falta de voluntad, sino por falta de acceso, de formación, de oportunidades. Y esa nueva brecha no se mide en ingresos, sino en bits. El nuevo analfabetismo no es no saber leer, es no saber interactuar con un sistema. No entender cómo funciona una API. No poder usar un entorno de desarrollo. No saber qué es una red neuronal. La lucha de clases del futuro no será entre capital y trabajo, sino entre conectados y desconectados. Entre los que entienden el lenguaje del siglo y los que siguen escribiendo a máquina.
Conclusión: o nos digitalizamos todos, o nos dejan a todos
Argentina tiene capital humano, creatividad y recursos. Lo que falta es visión estratégica. Ya no alcanza con formar buenos abogados, médicos o docentes. Hay que formar ciudadanos del siglo XXI: críticos, autónomos, tecnológicos. Si no lo hacemos, esta vez no nos van a dejar afuera por pobres, ni por subdesarrollados. Nos van a dejar afuera por analógicos. Para cuándo el Estado y sus gobiernos van a dar nacimiento al ¡Ministerio de la IA!

Por Juan Pablo Chiesa: Especialista en trabajo y Magister en empleo e innovación judicial. Diplomatura en IA aplicada a la gestión en entornos digitales, explica la brecha de la IA con la humanidad.