Jóvenes y motos: ¿una expresión cultural o un problema de seguridad?

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Análisis del fenómeno social de las motos en jóvenes y adultos en La Costa, tras el caso de Mar del Plata. ¿Qué acciones se hacen y por qué no se ven?

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El choque fatal ocurrido el 15 de junio en Mar del Plata, donde un auto colisionó con una caravana de motos y falleció un joven de 18 años, reabrió un debate que no se agota: el fenómeno de los jóvenes y motos como expresión urbana, sus límites legales y las políticas para prevenir tragedias similares.

El episodio involucró a más de cien motociclistas circulando por avenidas en caravana, con maniobras imprudentes, a contramano, sin casco ni luces. Seis de los siete motociclistas identificados no tenían registro de conducir. El conductor del vehículo —identificado como Gabriel Andrés Paz— fue agredido tras el accidente y se investiga si fue víctima de un ataque premeditado.

Mientras en Mar del Plata el hecho reaviva pedidos de mano dura y operativos más severos, en el Partido de La Costa también se registran prácticas similares, aunque con menor visibilidad mediática. Pero los controles existen. Entonces, ¿por qué pareciera que nadie se entera?

En La Costa también se actúa, pero no se comunica

Desde 2023, el gobierno local de Juan de Jesús implementó múltiples acciones de control y concientización:

  • Operativos nocturnos y preventivos en Mar de Ajó, Santa Teresita, San Clemente y otras localidades, con secuestro de motos con escapes libres, alcoholemias, retención de licencias y documentación vencida.
  • Campañas educativas sobre el uso del casco y respeto a normas de tránsito, acompañadas por ordenanzas que prohíben modificaciones ruidosas en los vehículos.
  • Controles conjuntos con la Agencia Nacional de Seguridad Vial y Policía Bonaerense en puntos estratégicos de la Ruta 11 y zonas urbanas.

En abril y mayo de 2025, más de 60 motos fueron incautadas por infracciones graves, y se realizaron 126 operativos en una semana, con foco en jóvenes conductores. Pero estos datos no llegan con claridad a la población.

Opinión: una expresión social sin contención

Más allá de la edad de los conductores —no todos son menores—, el fenómeno evidencia una necesidad de pertenencia, desafío y visibilidad que se canaliza en forma riesgosa. Para muchos jóvenes, andar en moto no es sólo transporte: es identidad. El problema es cuando esa identidad no encuentra límites claros, ni espacios adecuados donde expresarse sin poner en riesgo vidas.

“No es nada contra la moto… sino que debemos exigir que tenga correcto conocimiento”, sostuvo en su momento Juan de Jesús, durante un operativo en Santa Teresita. Sin embargo, si las acciones no se comunican de manera efectiva, el discurso público se polariza entre el castigo o la omisión.

¿Por qué no se entera la gente?

  1. Difusión limitada: Las campañas municipales suelen tener baja exposición en medios locales y redes sociales.
  2. Foco mediático en lo negativo: Lo que circula es el choque, la violencia, el caos. Lo preventivo queda afuera.
  3. Falta de vínculo directo con los jóvenes: Las acciones apuntan al control, pero no construyen diálogo ni espacios seguros para prácticas recreativas responsables.

¿Y ahora qué?

El caso de Mar del Plata puede verse como una advertencia, pero también como un espejo. El fenómeno de las motos y jóvenes no distingue partidos ni territorios. Tiene raíces culturales, económicas y sociales que no se resuelven con un operativo ni con una multa.

En un año electoral, donde todo se analiza con la lupa del beneficio o el costo político, cuestionar lo que “falta” es mucho más fácil —y más rentable— que conocer lo que sí se está haciendo. Es simple señalar una falla desde afuera. Lo difícil es gestionar con límites, con normas, con presupuesto, y sobre todo con apatía informativa.

Porque a los que intentan hacer algo —educar, prevenir, controlar— no sólo se les exige resultados inmediatos: también deben enfrentar la indiferencia social frente a la noticia positiva, el desinterés del público por lo que no tiene morbo, y el peso de algoritmos que priorizan lo viral antes que lo útil.

Entonces, la pregunta queda abierta:
¿Podemos construir una política vial real sin diálogo con quienes más se exponen al riesgo?
¿Es posible pensar espacios de pertenencia sin criminalizar el uso de la moto?
¿Quién se anima a comunicar acciones responsables sabiendo que no van a generar clicks?
¿Y qué hacemos nosotros, como comunidad, frente a todo esto?

La respuesta, por ahora, sigue en construcción.

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